10 agosto 2012
Etapa :Pamplona-Puente la reina. Salida a las 6.30 - Llegada a las 14,30. Km. recorridos hoy: 23,6. Km totales: 65.74
Casi imposible dormir en el Hemingway. Toda la noche
han estado levantándose otros peregrinos, que si al lavabo, que si comer algo,
que si unas risas por aquí, unas palabras por allá… Yo no he dormido y Alicia
dice que se ha despertado muchas veces.
Nos levantamos a las 6 y notamos que el día amanece
caluroso, desayunamos un poco en el albergue y salimos dirección Puente la
reina. Dentro de la ciudad, nos despistamos y no encontramos la flecha amarilla
que indica el camino, así que decidimos volver para atrás. Tras quince minutos
perdidos, por fin encontramos la ruta. ¡Sienta a cuernos caminar, cuando no es
por el sitio adecuado!
Volvemos a encontrarnos con nuestros amigos catalanes, iremos juntos , las tres horas siguientes, se nos une una familia de Madrid. A mí me da la impresión de que el ritmo que llevamos es muy fuerte, y empiezo a dudar de mis posibilidades de continuar con ellos. Pasamos por delante de la universidad de Pamplona, ello hace que mi amigo y yo, recordemos nuestra etapa estudiantil, y de ahí un recorrido por nuestras vidas . El intercambio de experiencias, ha sido muy enriquecedor. Tocamos varios temas. La fe, el vacío de esta sociedad, los valores, los hijos, el trabajo… Me he sentido muy bien con este rato de conversación, no me he centrado para nada en el caminar, pero el cansancio empieza a asomar.
A las tres horas de caminata, paramos a comer fruta,
galletas, chocolate… son las 10 de la mañana y ya hace mucho calor. Hoy no
sé que pasa, pero veo muchísimos peregrinos, prácticamente vamos todos juntos.
Las caras empiezan a ser familiares.
Veo a a cuatro
niños de unos once o doce años que acompañan a sus padres. A mi me parece que
es un palizón para esa edad, pero a lo mejor es un día de excursión, porque sus
mochilas son muy pequeñas.
Sabemos por la prensa que hoy es un día de los mas
calurosos, los termómetros marcan 40 grados. Necesitamos beber continuamente,
yo lo hago cada quince minutos.
El sol pica fuertemente, las subidas se hacen muy
dificultosas. Tengo que pararme frecuentemente. Me falta el aliento en algunos
tramos. La sed se apodera de mí, y necesito beber cada vez más. Las fuentes que
encontramos son verdaderos oasis, donde nos zambullimos casi por completo. De
cintura para arriba, nos empapamos… En pocos minutos, estamos secos. Noto que
para la cantidad de agua que llevo ingerida, no orino y empiezo a preocuparme,
he notado mareos y naúseas en algunos tramos. No digo nada a Alicia, pero nota
que me pasa algo.
La subida al Alto del Perdón se me hace interminable.
Siento la tentación de tirarme al suelo y quedarme allí un tiempo indefinido.
Los peregrinos que pasamos o nos pasan, también muestra claros signos de
cansancio. El silencio, domina el ambiente, a pesar de ser muchos los que ese día
caminamos juntos. Empiezo a sentir escalofríos y las náuseas aumentan. La sed
es insaciable. Llevo la cantimplora en la mano y no paro de beber. Desde que
salí de Pamplona, he bebido cuatro litros y aún no he orinado. De repente noto
un dolor de cabeza muy fuerte, unas enormes ganas de vomitar . Me asusto. Se lo
digo a Alicia, que muestra su preocupación, pero apenas quedan unos metros para
llegar al Alto del perdón. Hago un último esfuerzo y sigo caminando con mucha
dificultad. ¡Por fin llegamos! Encontramos a muchos peregrinos haciéndose
fotos, junto a las figuras de bronce que se encuentran en la cima. Paramos a
descansar, refrescarnos, comer,… noto que empiezo a recuperarme y a sentirme
mejor.
Entablo conversación con unos italianos. Me comentan
que la bajada que nos espera es peor que la subida, yo pienso que bajar me
resultará más fácil.
Tras veinte minutos de descanso continuamos. Y
efectivamente, la bajada está castigando a nuestras piernas. El terreno es muy
pedregoso, por lo que tenemos que ir con cuidado. Gracias a los bastones, yo lo
llevo bastante bien. El señor de la familia de Madrid que nos encontramos,
empieza a tener la rodilla inflamada. Le ha salido un bulto del tamaño de una
pelota de tenis, y empieza a quejarse de dolor, dice que la bajada lo está
matando.
Llegamos a Uterga, vemos a un montón de peregrinos
tirados por el suelo en un campo lleno de césped, sin calzado. Cola en la
fuente, para refrescarse los pies y la cabeza. Un señora mayor, gritando “si
hay entre los peregrinos un podólogo que le de un masaje en los pies”. ¡Como
para decir que sí, si lo había!.. seguro que se lo comen. Compramos una coca
cola para subir un poco la tensión, creo que nos falta azúcar.
El grupo de italianos, va acompañado por un autocar.
Traen a su cocinero quien ya les ha preparado un plato de pasta. Ellos se quedan
a comer en ese lugar. El resto seguimos hacia Puente La Reina. Los cuatro
kilómetros más duros para mí, hasta el día de hoy. No hay sombra, hemos visto
41 grados en el termómetro y la mochila pesa mucho. Se hacen eternos. Alicia
está agotada. No tenemos fuerzas ni para hablar.
Divisamos Puente La Reina, y recuperamos un poco de
aliento. Yo no me encuento bien. Algo me pasa. Tiemblo por los escalofríos, las
naúseas han vuelto y estoy muy rojo. Por fin llegamos al albergue.¡Hemos tardado ocho horas! Está a tope, así
que nos vamos al hotel. No tengo más fuerzas, necesito desprenderme de la
mochila y la tiro al suelo. La arrastro hasta recepción y al llegar, zas…. Me tiro
al suelo. La recepcionista se asusta, me traen un vaso de agua. Alicia no sabe
que hacer y muestra cara de preocupación. La tranquilizan. Me dicen que estoy deshidratado,
y les cuento que llevo cinco litros bebidos. Me invitan a descansar un rato.
Vuelvo a recobrar la normalidad. (continuará)