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10/9/12

Roncesvalles- Zubiri


8 agosto 2012

Alicia ha dormido toda la noche, por el contrario, yo no he pegado ojo. A las 5 de la mañana, veo asombrado, que los primero peregrinos del día, comienzan a caminar y me pregunto: “¿dónde van tan temprano, si no se ve nada?” …

La etapa de hoy, comprende desde Roncesvalles a Zubiri( 22 kilómetros ). El camino en Roncesvalles, empieza adentrándose en un bosque, de ahí mi sorpresa, ante el madrugón de algunos, al ver como se dirigen  hacia la oscuridad. Siento una necesidad imperiosa de imitarlos, pensando que con las linternas que llevamos, podremos caminar, así que impaciente, despierto a Alicia.

A las 6,30 h. salimos del Hostal, notamos que los nervios están en plena juerga y hacemos lo posible, para que ésta finalice. Ofrecemos a Dios el día, pedimos a la Virgen, San José y nuestros ángeles custodios que nos acompañen. Ante la primera flecha que nos indica, que debemos adentrarnos en el bosque, pido a mi hija que nos detengamos un instante. Me inclino, hasta besar el suelo, como símbolo de ponerme a disposición de Dios, en ese camino que me invita a recorrer, haré lo mismo, cuando lleguemos a Santiago. Noto la sorpresa reflejada en la cara de Alicia, pero ello me da pie, a explicar el simbolismo de ponerse de rodillas, ante el Creador y besar la tierra. Le hablo, de como Juan Pablo II, lo hacía en cada viaje que realizaba.


Entramos en el bosque, donde podemos caminar, gracias a las linternas que llevamos en la cabeza. Un buen rato de silencio, que me sirve para meditar, sobre las veces que en mi vida ,camino en la oscuridad y que gracias a una luz, la luz de la Fe, puedo seguir avanzando. Para relajar un poco la tensión, hago bromas con Alicia : “quien iba a decirte a ti, que caminarías por un bosque, en la oscuridad de la noche”, quiero meterme un poco con ella y le hablo de alguna película de terror que hemos visto. De las leyendas de brujas, que circulan sobre estos lugares… y me hace callar de inmediato. No puedo contener la risa…. Compruebo que soy el único que se ha atrevido a salir en manga corta, veo a los demás peregrinos abrigados, hace fresco, pero yo no tengo frío.


Empieza a clarear, y descubrimos un camino abovedado, por el gran follaje de los árboles, y casi sin darnos cuenta, descubrimos que ya hemos andado 3 km. Llegamos a Burgete, donde nos paramos en un bar a desayunar, unas tostadas de mantequilla con mermelada y un café con leche. Entran otros peregrinos y me suena la cara de uno de ellos, pero no logro situarlo. Lo comento con Alicia, quien incrédula, me hace abandonar la idea de indagar.

Llegados a Espinal, comienza una serie de subidas y bajadas resbaladizas, aunque el paisaje en esta etapa está siendo precioso. Pinos, abedules, hayas, el sonido de los pájaros, vacas, caballos, imposible no elevar una acción de gracias al Creador por todo lo que nuestros ojos ven. La sucesión de peregrinos es continua. Empezamos a descubrir el saludo que nos acompañará, cada vez que nos cruzamos con uno de ellos: “Buen Camino”.


Me admira encontrar a peregrinos en bicicleta, en algunos tramos,   el camino  les ofrece mucha dificultad. En Lintzoain (13 kms ya andados) nos encontramos con un trecho empinadísimo. Empiezo a notar el cansancio y la dureza de la etapa. Le pido a mi hija, que paremos en las subidas, me falta el aliento. Noto unos tirones en los muslos y una especie de calambres. Pienso: “Jolín, que poco voy a durar”… pero al seguir caminando, se me pasa.

A esta altura, comenzamos un propósito marcado para el camino, dejar escrito en algún lugar, el nombre de la persona por la que ese día rezamos. Hoy toca a Rosi, así que cogemos una piedra y reflejamos su nombre en ella.


El calor, se ha subido a nuestro carro. ¡Mucho calor…! Paramos diez minutos, que aprovechamos para comer unas nueces con pasas y beber un poco de líquido.Cuesta volver a cargar la mochila.

Retomamos el camino y me viene a la mente la Oración de Jesús: “Señor Jesús, ten misericordia de mí”. La invocación era repetida por los monjes de modo incansable, miles de veces al día. Esta devoción se convirtió en una de las prácticas de piedad más comunes en oriente. Me ayuda a recogerme y vivir en presencia de Dios. Tras un buen rato de silencio, le explico a Alicia , el origen de la oración de Jesús y le invito a que la haga durante el camino, pensando en todos aquellos que no conocen a Dios.

Tras pasar por  la ruinas de la venta del puerto, nos sorprende un descenso pedregoso, que se hace inacabable para mí. Me duelen mucho las piernas y los pies. El calor es agobiante,me dan ganas de tirarme al suelo y parar. Le pregunto a Alicia como está, y me manifiesta, su cansancio y dolor a modo de pinchazos en sus piernas. Por fin accedemos a Zubiri a través del puente de La Rabia, debajo, las aguas del río Arga. Son las 12.10 h. . Hemos tardado 5 horas 40 minutos.


Estamos tan agotados que decidimos pasar la noche en un Hostal. El albergue municipal, está  a tope. En cuanto nos instalamos, nos dirigimos al río, para refrescarnos los pies. Al comprobar la gelidez de su agua, desistimos tomar un baño. Los peregrinos jóvenes, más valientes se atreven, pero son pocos los minutos que aguantan dentro.


Entramos en una tienda a comprar víveres para prepararnos la comida y vuelvo a encontrarme con el peregrino, cuya cara me sonaba. ¡Ya está, descubro quién es! Un compañero de clase de mi infancia. Lo comento con Alicia y me dice que no puede ser. No aguanto más, así que me dirijo hacia él , y …. ¡ si, si, lo es.. y él se queda de piedra también… Una vez más hay que decir:“¡qué pequeño es el mundo!” Le acompaña su hijo y un amigo de éste, que son de la edad de Alicia, así que me alegro también por ella, porque ha encontrado unos amigos para el camino.

Nos vamos al hostal, a dormir una larga siesta. Antes hacemos la colada y nos duchamos. Al levantarnos, salimos a dar una vuelta por el pueblo. No hay nada que ver. Preguntamos el horario de misa, pero la Iglesia no abre. Tras la decepción, decidimos irnos al hostal y dedicarlo a descansar, escribir y leer. 


Nos hacemos unos bocadillos de jamón y aprovechamos ese momento de la cena, para repasar las anécdotas de la jornada. A las 22 horas decidimos irnos a dormir. ¡Estamos agotados!